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Pablo Palazuelo - Original Lithograph 1976 Dimensions: 32 x 25 cm Revue XXe Siècle Edition: Cahiers d'art published under the direction of G. di San Lazzaro. Paul Rebeyrolle (1926-2005) was born in Eymoutiers. He became one of the established major painters in the landscape of the 20th century French Art. His powerful and generous work is a call to freedom, a seditious act against the many faces of injustice, oppression, estrangement of man and his knack for self-blinding. it’s a hymn to the violent beauty of an indomitable nature, too. A truly timeless testimony. As a child he had tuberculosis of the bone, which caused for long periods of immobility. Later he studied in Limoges and joined the French Communist Party. He ultimately broke with the party because of events related to the Hungarian Revolution of 1956. His art is often concerned with landscapes, but is marked by violence and rage. He received praise from François Pinault, Jean-Paul Sartre, and others. Paul Rebeyrolle endlessly asked questions of the place of man in society and also of the place of man in nature. For Paul Rebeyrolle was a lover of the earth from which he was moulded, of the nature with which he maintained a privileged, physical, sensual and nourishing relationship, which he learned to observe as he observed humanity. All through his life, between two series, he felt the need, as if to take a breath between two combats, to calm down for a moment, to paint rivers, trees, fish, wild boars, dogs, cows, lizards. He preferred the solitude of the forest to the deafening noise of the town, the silence of his workshop to the noise of words. Unflagging worker, he experimented unceasingly, drawing from his materials, in a unique and often surprising manner, the weapons with which to reply to the violence of the subject. Inert, they take life, a life that explodes, well beyond the frame: wood, earth, stone, scrap iron, electric wire, iron wire, hessian, hair, horse hair, feathers, birds took part in this birth. Mixed together by the paint, they became paint. His mastery of the technique and of composition drove him to be ever-more demanding, the desire to be as accurate as possible, to represent without distortion. The works of Paul Rebeyrolle constitute a manifesto that once again uses a path that has been little used in the history of painting, that of Goya, Géricault, Courbet, who he admired. A steep and rough path, the one of combat against the blindness of men. The path of a committed painter, witness and critic of his time.
Pablo Palazuelo - Litografía original 1976 Dimensiones: 32 x 25 cm Edición Revue XXe Siècle: Cahiers d'art publicados bajo la dirección de G. di San Lazzaro. Paul Rebeyrolle (1926-2005) nació en Eymoutiers. Se convirtió en uno de los pintores más importantes del panorama del arte francés del siglo XX. Su obra, poderosa y generosa, es una llamada a la libertad, un acto sedicioso contra las múltiples caras de la injusticia, la opresión, el extrañamiento del hombre y su habilidad para autoengañarse. También es un himno a la belleza violenta de una naturaleza indomable. Un testimonio verdaderamente intemporal. De niño tuvo una tuberculosis ósea que le provocó largos periodos de inmovilidad. Más tarde estudió en Limoges y se afilió al Partido Comunista Francés. Finalmente rompió con el partido a causa de los acontecimientos relacionados con la revolución húngara de 1956. Su arte se centra a menudo en los paisajes, pero está marcado por la violencia y la rabia. Recibió elogios de François Pinault, Jean-Paul Sartre y otros. Paul Rebeyrolle se pregunta sin cesar por el lugar del hombre en la sociedad y también por el lugar del hombre en la naturaleza. Porque Paul Rebeyrolle fue un amante de la tierra de la que se formó, de la naturaleza con la que mantuvo una relación privilegiada, física, sensual y nutritiva, que aprendió a observar como observaba a la humanidad. A lo largo de su vida, entre dos series, sintió la necesidad, como de tomar un respiro entre dos combates, de calmarse por un momento, de pintar ríos, árboles, peces, jabalíes, perros, vacas, lagartos. Prefería la soledad del bosque al ruido ensordecedor de la ciudad, el silencio de su taller al ruido de las palabras. Trabajador infatigable, experimentó sin cesar, sacando de sus materiales, de manera única y a menudo sorprendente, las armas con las que responder a la violencia del sujeto. Inertes, toman vida, una vida que estalla, mucho más allá del marco: madera, tierra, piedra, chatarra, cable eléctrico, hilo de hierro, arpillera, pelo, pelo de caballo, plumas, pájaros participaron en este nacimiento. Mezclados por la pintura, se convirtieron en pintura. Su dominio de la técnica y de la composición le llevó a ser cada vez más exigente, el deseo de ser lo más preciso posible, de representar sin distorsión. Las obras de Paul Rebeyrolle constituyen un manifiesto que vuelve a utilizar un camino poco transitado en la historia de la pintura, el de Goya, Géricault, Courbet, a quienes admiraba. Un camino escarpado y áspero, el del combate contra la ceguera de los hombres. El camino de un pintor comprometido, testigo y crítico de su tiempo.
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